jueves, 11 de febrero de 2010

Enfermedad bipolar. el ánimo en vaivén.


De la euforia y la más febril actividad al desánimo y la apatía absoluta: este es el trayecto que periódicamente recorre el estado anímico de las personas que padecen el trastorno bipolar, una enfermedad mental para la que afortunadamente existe tratamiento pero que tiene un importante hándicap: la dificultad de diagnóstico.
¿Qué tienen en común Winston Churchill, Francis Ford Coppola y Ernest Hemingway? Pues que la personalidad de todos ellos ha estado marcada por una enfermedad denominada trastorno bipolar, la cual actualmente afecta a cerca del 2 por ciento de la población mundial y supone la sexta causa más importante de discapacidad entre las personas de 15 a 44 años de edad, según datos de la Fundación Mundo Bipolar. En nuestro país se calcula que la padecen más de 800.000 personas (casi un 5 por ciento de la población).

Un trastorno con carácter propio

1-Se trata de una enfermedad mental que se caracteriza por la alteración del estado de ánimo. Lo que la diferencia de otros trastornos similares, como la depresión, es que esta alteración se manifiesta en forma de fases o episodios en los que se alternan elevados niveles de excitación y actividad con estados depresivos o melancólicos.
2-Su origen se encuentra en el sistema límbico cerebral, que es el encargado de regular los estados de ánimo, siendo el componente genético el responsable de que se produzcan las alteraciones en esta zona que dan lugar a cambios en la química cerebral. Las últimas investigaciones apuntan a que en su desarrollo influyen no uno, sino varios genes. Asimismo, está comprobado que el hecho de que se desencadene la enfermedad también está relacionado con factores ambientales (el consumo de ciertas sustancias o una situación estresante, por ejemplo).
3-Comienza a manifestarse al inicio de la adolescencia o en los primeros años de la edad adulta, aunque también tiene incidencia en niños. No suelen darse casos por encima de los 50 años.
4-Una vez que aparece, el riesgo de padecer recaídas durante toda la vida es constante. El promedio de episodios durante los primeros 10 años de la enfermedad es de 4; sin embargo, y a medida que avanza la enfermedad, los ciclos se van haciendo más cortos.
5-La duración de los episodios es muy variable (días, meses o años), aunque por regla general, las fases de manía son más cortas que las de depresión.
6 -Afecta de modo similar a ambos sexos, aunque hay investigaciones que apuntan a una mayor, aunque no significativa, incidencia en las  mujeres: entre 7 y 32 nuevos casos por cada 100.000 habitantes/año frente a los 9-15 casos masculinos.
De la risa al llanto
En este trastorno, la alteración del estado de ánimo se presenta en forma de ataques, fases o episodios, cada uno de ellos con una sintomatología muy definida: la manía y la depresión, de ahí que hasta hace relativamente poco tiempo se la denominara trastorno maniaco-depresivo.
-Fase de manía: Es el periodo ?exultante?, hasta tal punto que los enfermos no sólo no suelen darse cuenta de su dolencia sino que afirman sentirse mejor que nunca: están eufóricos, necesitan mucho menos sueño de lo habitual; piensan con rapidez y de forma desordenada; hablan rápida y descontroladamente; les cuesta mantener la atención sobre un único tema; poseen un sentimiento de ?grandiosidad, que les hace incluso comportarse de forma temeraria; pueden gastar dinero en exceso o caer en la promiscuidad y, en casos extremos, sufren delirios y alucinaciones.
-Fase depresiva: Sus síntomas son similares a los de una depresión mayor: pérdida de interés; cambios significativos en el apetito (poca hambre o comer en exceso); alteraciones del sueño (por exceso o por defecto); baja autoestima, con sentimientos frecuentes de inutilidad y culpabilidad; pérdida de energía o cansancio continuo; problemas al tratar de concentrarse o tomar decisiones, e incluso pensamientos de suicidio y muerte.

Diagnóstico: la piedra de toque

Tal y como ha manifestado el Dr. Jesús Valle, jefe de Internamiento del Hospital de la Princesa, de Madrid y vicepresidente de la Fundación Mundo Bipolar,  durante la reciente inauguración de la I Campaña de Concienciación Social sobre el Trastorno Bipolar, el diagnóstico sigue siendo difícil y, en muchos casos, se puede tardar una media de 10 años en reconocer la enfermedad.

La importancia de un diagnóstico temprano queda reflejada en los datos arrojados por investigaciones recientes: un paciente bipolar diagnosticado en la veintena puede llegar a perder hasta 9 años de vida, 12 de salud y 14 de actividad laboral.
Según el experto, la principal dificultad del diagnóstico radica en que los síntomas son difíciles de detectar y suelen confundirse con los de una depresión, ya que rara vez el paciente se refiere en la consulta a sus episodios de manía, pues no los considera patológicos. De ahí que los especialistas estén centrando sus esfuerzos en identificar otros marcadores que puedan ponerles sobre la pista de la enfermedad. En este sentido, un trabajo coordinado por el doctor Julio Bobes, catedrático de psiquiatría de la Universidad de Oviedo y miembro del primer Grupo Nacional de Expertos en Trastorno Bipolar, ha comprobado que los afectados por esta enfermedad suelen presentar un mayor deterioro en su estado de salud, con una mayor incidencia de problemas como la obesidad, la hipertensión arterial y el síndrome metabólico. Este deterioro puede deberse tanto a las condiciones genéticas que propician la enfermedad como al estilo de vida derivado de la misma: hábitos nutricionales inadecuados, hipo e hiperactividad, efectos secundarios de la medicación, etc.

Tratamiento: control = vida normal

Afortunadamente, tanto los episodios como el curso de la enfermedad pueden tratarse farmacológicamente, lográndose en muchos casos un control completo. Los medicamentos que se emplean son los estabilizadores del humor (litio, valproato, carbamazepina...), los neurolépticos y los antidepresivos. También se recurre a otros fármacos, como los ansiolíticos, para combatir síntomas como la ansiedad o el insomnio. Otro aspecto fundamental es la psicoterapia, dirigida a resolver los problemas derivados de los episodios y afrontar el estrés. Todo ello, unido a la adopción de una serie de pautas como controlar los patrones de sueño, realizar ejercicio habitualmente y fomentar las relaciones sociales, evitando actitudes aislacionistas, permite a estos enfermos llevar una vida prácticamente normal.
El gran reto de cara al futuro es conseguir un único fármaco que trate la enfermedad en su conjunto, ya que  en la actualidad, no existe ninguna monoterapia que controle al mismo tiempo los episodios maníacos y depresivos.

Cómo reconocerla

-En la infancia: Hay evidencias de que esta enfermedad es más frecuente en aquellos niños cuyos padres también la padecen o en los que hay un historial de abuso de drogas o alcohol. Los síntomas pueden presentarse ya en los primeros meses de vida, con una reacción exagerada a los estímulos sensoriales y trastornos en el sueño. A diferencia de los adultos, los niños afectados experimentan cambios de ánimo en un mismo día, siendo característico un nivel bajo de energía por las mañanas que aumentan hasta la exitación hacia el final de la tarde. Los enojos frecuentes (que pueden mantenerse durante horas), la dificultad para mantener la atención y los brotes de energía incontrolados son otros de los síntomas.

-En la adolescencia: Se produce un incremento de los casos, relacionado con factores biológicos, ambientales y psicológicos.  Los cambios de humor son severos; muestran una excesiva autoestima; experimentan un aumento desmedido de la energía y la habilidad de poder aguantar durante días sin dormir y ni sentirse cansados; y muestra un comportamiento arriesgado y repetitivo.

-En la edad adulta: El 60 por ciento de los casos se diagnostican antes de los 20 años. Las consecuencias de la sintomatología afectan a los distintos ámbitos de la vida, siendo especialmente relevantes en el aspecto laboral: según un estudio realizado sobre 3.400 trabajadores norteamericanos y publicado en el American Journal of Psychiatry, cada uno de los que padecen este trastorno pierde un promedio de 65,5 días de trabajo al año, casi el doble que aquellos que, por ejemplo, padecen una depresión mayor (27,2 días), de lo que se deduce que, pese a tratarse de una dolencia de menor prevalencia que la depresión ¿hasta seis veces menos común?, resulta en la práctica mucho más incapacitante.

¿Hipomanía o genialidad?

Se ha demostrado que en las formas más leves de este trastorno son frecuentes los casos de hipomanías, caracterizados por una euforia y energía menos exacerbada que en los cuadros típicos de manías, pero que configuran un tipo de personalidad caracterizada por una capacidad innata para sobreponerse a los contratiempos, una curiosidad febril y una destacada ambición, que les lleva a planterase y alcanzar- metas cada vez más altas. Compositores como Robert Schumann; escritores como Emily Dickinson; empresarios como Henry Ford y hasta el mismísimo Cristóbal Colón presentaban estos rasgos, propios de la personalidad hipomaníaca.

Richard Dreyfuss


Richard Dreyfuss (nacido el 29 de octubre de 1947) es un actor estadounidense. Nació en la ciudad de Nueva York, hijo de un abogado. Los primeros años de su vida transcurrieron en Nueva York, hasta que, a la edad de nueve años, se trasladó con su familia a Los Ángeles.
La carrera de Dreyfuss como actor comenzó tan pronto llegó a Los Ángeles. Participaba en obras teatrales en el centro judío de Beverly Hills. A los 15 años de edad fue seleccionado para actuar en televisión. Se matriculó en la universidad, pero al año fue llamado a filas para ir a Vietnam. Se declaró objetor de conciencia y absolvió un servicio alternativo como auxiliar en un hospital. Al mismo tiempo intervino en pequeños papeles de series de televisión. Durante los años siguientes actuó en varios teatros de Nueva York, tanto en Broadway, como en otros teatros.
La primera participación de Dreyfuss en una película de cine fue muy corta, en El graduado, en la que tuvo que decir una sola frase. Poco después intervino en Dillinger y,sobre todo, en American Graffiti, en 1973, película que tuvo un considerable éxito, y en la que participó también Harrison Ford.
Su primer papel protagonista lo tuvo Dreyfuss en un film canadiense, y después ya fue contratado por Steven Spielberg para Tiburón, película con la que Dreyfuss se dio a conocer a las grandes audiencias. Dos años después Spielberg contó con él de nuevo para Close Encounters of the Third Kind (En castellano, "Encuentros En La Tercera Fase" o "Encuentros Cercanos del Tercer Tipo"), que tuvo un éxito comparable a la anterior. A partir de entonces la carrera de Dreyfuss siguió una trayectoria ascendente. En 1977 interpretó The Goodbye Girl, película por la que ganó un Óscar como mejor actor principal. Fue el actor más joven en recibir este galardón en la historia de los Óscar.
Durante los siguientes años, Dreyfuss intervino en varias películas, pero ninguna de ellas tuvo un éxito significativo de taquilla. Esto contribuyó posiblemente a que tomase drogas en dosis crecientes, hasta que sufrió un accidente de automóvil. A raíz de ello ingresó en un centro de desintoxicación y consiguió librarse de las drogas. Volvió entonces al cine y actuó en varias películas, en las que demostró que seguía siendo el mismo gran actor. Desde entonces ha ido apareciendo de forma regular no sólo en el cine, sino también en televisión y en el teatro, y es considerado como uno de los actores más sólidos y apreciados del momento actual.
Dreyfuss estuvo casado por primera vez entre 1983 y 1995, de cuyo matrimonio tiene tres hijos. En 1999 se casó por segunda vez.
Dreyfuss padece de trastorno bipolar. En 2006, apareció en el documental de Stephen Fry, Stephen Fry: The Secret Life of the Manic Depressive (La Vida Secreta de los Maniaco Depresivos), en donde Fry (quien también padece de este desorden) lo entrevistó en relación a su vida con la enfermedad. [1]

Adeline Virginia Wolf


Adeline Virginia Wolf (de soltera Stephen; Londres, 25 de enero de 1882 – Lewes, Sussex, 28 de marzo de 1941) fue una novelista, ensayista, escritora de cartas, editora, feminista y escritora de cuentos británica, considerada como una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX.
Durante el período de entreguerras, Woolf fue una figura significativa en la sociedad literaria de Londres y un miembro del grupo de Bloomsbury. Sus obras más famosas incluyen las novelas La señora Dalloway (1925), Al faro (1927) y Orlando: una biografía (1928), y su largo ensayo Una habitación propia (1929), con su famosa sentencia «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción». Fue redescubierta durante la década de 1970, gracias a este ensayo, uno de los textos más citados del movimiento feminista, que expone las dificultades de las mujeres para consagrarse a la escritura en un mundo dominado por los hombres.

La oreja perdida de Van Gogh, según Rita Wildgans y Hans Kaufmann


Enviado por Alejandro Muñoz el 28/02/2009 a las 11:04 AM

"Van Goghs Ohr. Paul Gauguin und der Pakt des Schweigens" (La oreja de Van Gogh. Paul Gauguin y el pacto del silencio), es el título del libro de los investigadores Rita Wildgans y Hans Kaufmann, publicado por la editorial Osburg, que ofrece una nueva versión de los hechos ocurridos en Arles en diciembre de 1888.
Cada cierto tiempo algún investigador plantea nuevas teorías sobre algunos mitos de la cultura contemporánea. Ahora es el turno de Rita Wildgans y Hans Kaufmann, que afirman que Van Gogh no se cortó la oreja sino que la perdió en una pelea con Gauguin.

Los dos autores argumentan a partir de una serie de dudas que apartan la versión generalmente aceptada de los hechos, repetida hasta la saciedad y que ha sido representada en muchas películas y obras de teatro.

La base de esa versión, según el libro, es el testimonio dado por Gauguin a la policía. Según esa versión, Van Gogh, en un ataque de locura, se habría cortado la oreja izquierda con una navaja de afeitar y luego había ido con ella a un burdel para entregársela a una prostituta y encomendarle que cuidase bien de ella.

Al día siguiente, Van Gogh fue encontrado, bañado en sangre, en su cama y trasladado a un hospital cercano.

Wildgans y Kaufmann consideran que la historia está llena de detalles difíciles de creer que les llevan a la conclusión de que Gauguin mintió a la policía, para disimular el papel clave que él había tenido en los acontecimientos de la noche anterior.

Ante todo la idea de un Van Gogh ensangrentado, dando una caminata nocturna hasta el burdel -a las afueras de Arles- para entregar su oreja a una prostituta que no significaba nada especial para él y después de volver a casa es algo que los dos autores consideran inverosímil.

La versión alternativa parte de un enfrentamiento entre los dos amigos, generado por la decisión de Gauguin de abandonar Arles y regresar a París. Van Gogh le habría lanzado a Gauguin un vaso en un bar y luego le habría perseguido para tratar de persuadirle de que se quedara en Arles.

En el enfrentamiento en la calle, Gauguin, que era un buen espadachín, habría desenfundado su daga y le habría cortado de un tajo la oreja a Van Gogh, no lejos del burdel donde posteriormente aparecería la misma y desde donde la policía siguió un rastro de sangre que la llevó hasta la famosa "casa amarilla" donde vivían Van Gogh y Gauguin.

Este último, sin embargo, tras la pelea había decidido pasar la noche fuera de casa.

"Usted calla y yo también lo haré", fueron las últimas palabras de Van Gogh a Gauguin, lo que es interpretado por los dos investigadores como un pacto de silencio.

Para sustentar esa hipótesis, Wildgans y Kaufmann buscan rastros de un presunto sentimiento de culpa en textos y dibujos de Gauguin sobre cuya conciencia pesaría el haber precipitado a Van Gogh a la locura definitiva. Unos girasoles pintados en Tahití, como homenaje a Van Gogh, son una de los indicios que alegan.

Una de las bases del nuevo libro es una investigación del médico Wilfred Arnold que en 1992 llegó a la conclusión de que la enfermedad de Van Gogh, más que un origen psíquico, procedía de una descompensación de enzimas que le provocaba a crisis temporales de las que luego se recuperaba.

La versión de Gauguin sobre la oreja cortada, sin embargo, habría creado la imagen de un Van Gogh completamente demente que le llevó al aislamiento total en sus últimos años.

Seis meses después de dejar la oreja en el prostíbulo de las afueras de Arles, Van Gogh fue internado en un hospital psiquiátrico en Saint Remy. Más tarde, en mayo de 1890, sería traslado a Auvers-sur-Oise, donde fue puesto al cuidado del médico Paul Gauchet.

El 22 de julio del mismo año Van Gogh murió a consecuencia de las secuelas dejadas por un intento de suicidio.

Fuente: Clarín/EFE

El loco


Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.

Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco, hablando a gritos.

Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.

El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.

Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.

Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
-rojo de herrumbe y pardo de ceniza-
hay un sueño de lirio en lontananza.

Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
-¡Carne triste y espíritu villano!-
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Antonio Machado

lunes, 1 de febrero de 2010

El GUSANO


Creció sabiendo que era un gusano de 4ª clase. Sus educadores le enseñaron, tan pronto tuvo la capacidad de entender, todos los derechos y obligaciones correspondientes a su naturaleza de gusano de la clase inferior. Aprendió también los requisitos y condiciones que le permitirían,(tal vez), acceder al codiciado status de "Gusano" de 3ª clase.

Claro que ese acceso a la superior categoría era difícil, muy difícil; pues, ante todo , era imprescindible la mas estricta obediencia a los gusanos de las clases superiores; ganarse su confianza; mostrarse digno de ser: "uno de ellos"....

Y un dia, (¡un día aciago¡), supo que jamás lo conseguiría. Pues, mientras que los demás eran capaces de "ser gusanos" con toda naturalidad, a él le parecía que..."aquello no era lo suyo"...¡NO SABIA GUSANEAR¡ Los demás, claro, no eran tontos y se dieron cuenta de que algo no iba como estaba establecido.

Y supo, definitivamente, que era todo un fracaso como gusano. Y, desesperado, hizo un nudo con la punta de su cola y se ahorcó.

Lo cual fue una lástima, pues, si hubiese investigado con atención, habría descubierto que, su verdadera naturaleza, no era la de gusano de 4ª clase sino de BOA CONSTRICTOR, la más poderosa de las serpientes poderosas......


PARA REFLEXIONAR...

sábado, 30 de enero de 2010

WINSTON


La biografía de Churchill me parece un ejemplo de lo que debería ser la referencia a cualquier persona diagnosticada. Porque este hombre sufrió un trastorno bipolar, cómo si no pudo mantener una energía tan contagiosa que le llevara a afrontar algunos de los hechos históricos más decisivos y problemáticos de la Historia reciente mundial. Pasó sus últimos años aquejado de una fuerte depresión. Podéis mirarlo en wikipedia. Pero hay que buscar en Internet, con bastante perseverancia, esta característica del hombre, a diferencia de lo que desde los medios se suele hacer a la hora de calificar a un asesino, por ejemplo. ¿Por qué esa característica es tan relevante para el periodista y tan secundaria para el historiador?